Cuando Juan tenía seis años de edad, acompañaba a su padre en una ocasión en que fue detenido por conducir a alta velocidad. Su padre le entregó al agente un billete de alta denominación al momento de mostrarle su licencia de conducir. «Está bien, hijo», le comentó su padre mientras se alejaba impunemente del lugar. «Esto todo el mundo lo hace.»
A los ocho años, el niño estaba presente en una reunión familiar presidida por su tío Jorge, quien indicaba al resto de la familia una manera sencilla de evadir el impuesto sobre la renta. «Está bien, niño», le dijo su tío, «esto todo el mundo lo hace».
Cuando Juan tenía nueve años, su madre lo llevó a su primera función teatral. El vendedor de boletos no logró encontrarles asientos para la función, hasta que la señora le pagó una cantidad superior al costo real de los boletos. «Está bien, hijo», le comentó su madre, «esto todo el mundo lo hace».
A los doce años de edad, involuntariamente rompió sus lentes camino a la escuela. Su tía Ana convenció al agente de seguros de que los lentes habían sido robados, de tal manera que pudieron recuperar el valor del objeto. «Está bien, niño», sancionó la tía, «todo el mundo lo hace».
Cuando tenía quince años, Juan logró ser seleccionado en el equipo colegial de futbol. El entrenador le mostró una técnica para hacer caer a su oponente sin que lo percibiera el árbitro. «Está bien, Juan», le comentó el entrenador, «todo el mundo lo hace».
Cerca de su cumpleaños número dieciséis, obtuvo su primer trabajo de verano en un supermercado local. Habitualmente, su trabajo consistía en colocar las verduras de menor calidad al fondo de las cajas, de tal manera que sólo se apreciaran las mejores. «Está bien, Juan», le explicó el gerente, «todo el mundo lo hace«.
Cuando tenía dieciocho años, Juan solicitó una beca de estudios universitarios. Juan no era un buen estudiante. Por otra parte, su vecino era de los mejores estudiantes de la clase, pero Juan argumentó que él era un buen jugador de futbol. Cuando le otorgaron la beca a Juan, sus padres le comentaron: «Está bien, hijo, esto todo el mundo lo hace».
Cuando estudiaba en la universidad, un compañero de clase le ofreció las respuestas de un examen por una cantidad de dinero en efectivo. «Está bien, amigo», le comentó, «todo el mundo lo hace «.
Después de terminar sus estudios universitarios, Juan inició un pequeño negocio con éxito, aprovechando todo lo aprendido a lo largo de su corta vida. Actualmente Juan, joven empresario, cumple una condena por evasión fiscal. Su negocio ha sido intervenido por la banca. Al finalizar su condena tendrá que enfrentar las demandas penales interpuestas por sus principales acreedores. Cuando se enteraron de la noticia sus padres exclamaron: «¿Cómo pudiste hacernos esto? Tú nunca tuviste un mal ejemplo en casa.» Sus tíos Jorge y Ana también se sorprendieron mucho.
Los valores se expresan mediante actos concretos cimentados. En la medida que estos actos se repiten una y otra vez, se convierten en hábitos, los cuales facilitan la actuación del individuo en el futuro. Estos actos son producto de la libertad y determinación de la persona, por lo que siempre, de alguna manera, cuenta con la posibilidad de elegir.
Tomado de «The Power of Ethical Management» (Blanchard, K. and Peale, N. 1988)